Tsadik (Irena Sendler)
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Rubí Véliz - Columnista (Casi) Literal |
«En todo tiempo hay siempre treintaiséis justos sobre la faz de la tierra, cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Se los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas».Talmud
El exterminio nazi es una de las etapas de la historia mundial que nunca alcanzaré a comprender. No importa si de vez en cuando leo algunas de las novelas cuyo escenario sea en los guettos o barracones, ni cuánta investigación virtual respalde mi escaso conocimiento, ni que mis opiniones sean el resultado del éxito de los efectos que han producido en mi psiquis las incontables películas que he visto, o bien que pase horas frente al televisor viendo cualquier cantidad de documentales que transmitan los canales de la cadena Discovery. Pasarán los años y siempre llegaré a la misma conclusión: lo que sucedió no debió suceder nunca. Quizá mi juventud, mi falta de claridad histórica y mi visión parcial de las eventualidades de esta época me llevan a tener un juicio pobre y sentimental al respecto. Temo que eso no cambiará nunca.
Cuando el tema surge en alguna conversación, siempre me pronuncio con los mismos argumentos débiles. Lo bueno de esto es que hay ocasiones en las que aprendo de las lecturas y los puntos de vista de otras personas.
Hace unas semanas un asiduo lector de literatura antropológica y sociológica cercano a mí leía El efecto Lucifer (el porqué de la maldad), del psicólogo social Philip Zimbardo. Confieso que de entrada no tuve mucho interés en aquella lectura, pero su entusiasmo fue contagioso y estimulante. Cuando él llegó a los capítulos finales del libro me comentó sobre los estudios científicos detrás de las figuras heroicas; fue en ese momento cuando conocí a Irena Sendler, una trabajadora social polaca que libró de la muerte a 2500 niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Irena, junto con algunos amigos (creyentes católicos) buscaban familias no judías para niños que, de no ser rescatados, serían trasladados del guetto de Varsovia a los campos de trabajos forzados y redirigidos a los hornos crematorios.
Mientras muchos resultamos embobados con La lista Schindler, Irena fue un personaje heroico desconocido durante muchos años dado que la Gestapo construyó una tumba con su nombre y se desaparecieron los registros de su existencia. Detallar más su historia me parece impropio, pues desde que su causa salió del anonimato histórico, es posible encontrar vasta información acerca de su vida.
Para Zimbardo, la persona definida como héroe o heroína es una moneda lanzada al aire; es decir, los impulsos psicológicos de efectuar actos heroicos pueden tener su origen en un descarado narcisismo no identificado, o bien, como en el caso de Irena, puede carecer de la necesidad patológica del reconocimiento popular. Para el autor de El efecto Lucifer, el verdadero heroísmo no persigue vanidades aunque estas son, desde su perspectiva, psicológicamente justificables. Esto explica también el heroísmo de aquellas personas que junto con Irena expusieron su integridad física siendo torturados y asesinados al ser descubiertos, quedando sus nombres en el anonimato.
Conocer la historia de esta increíble mujer me llevó a pensar en la figura del Tzadik Nistarim (caridad, justo en plenitud), que según el Talmud, es una persona que antepone las necesidades del prójimo sobre todas las cosas. Antes de morir, Irena dijo en una entrevista lo siguiente: “pude haber hecho más, esa angustia se irá conmigo cuando muera”. Ella nunca buscó reconocimiento, fama o retribución, tal y como lo dicta la figura del Tzadik Nistarim que carece de ambiciones de protagonismo, pues persigue el bienestar del prójimo y la salvación de las almas.
Definitivamente lo que está a nuestro alcance acerca de la historia de los crímenes nazis sigue siendo poco, y estoy segura de que el tiempo seguirá corriendo a favor del anonimato de muchos otros que, como Irena, arriesgaron su vida y le dieron un giro al tormento de personas cuya muerte estaba escrita. Los héroes existen.
«No se plantan semillas de comida, se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un círculo de bondades y estas los rodearán y los harán crecer más y más».
Irena Sendler, Polonia (1910 – 2008)
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Las cenizas de Ángela - Frank McCourt
Otra inolvidable novela, narra la vida del propio escritor, Frank McCourt, desde los primeros años de su infancia hasta el final de su adolescencia.
Las Cenizas de Ángela es una crónica de adultos a merced de la vida y de niños a merced
de los adultos. Es, por otra parte, una amalgama tal de patetismo y humor que uno nunca
sabe si llorar o reír. Al final se termina llorando y riendo al mismo tiempo. No tema: no solo
tiene un final feliz, sino que a través de cada nuevo horror de la narración, sentirá la felicidad
de sumergirse en la más maravillosa escritura que haya podido encontrar. McCourt se merece
cualquiera de los brillantes premios que se otorgan. Denle un Prix de Roma, una Croix de
Guerre, un Pulitzer, un Nobel, y mientras se lo dan, sírvanle otra cerveza Guinness.
Tomas Cahill, autor de Cómo los irlandeses salvaron la civilización.
Frank McCourt es un mago. Se mete en la mente del niño que fue con una memoria tan
vital que el dolor de la infancia y el sufrimiento familiar se convierten en una puñalada en el
corazón. Su libro tiene la inteligencia, el lenguaje y la gracia narrativa de una magnífica
novela.
William Kennedy, autor de The Flaming Corsage.
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El ángel de Varsovia, Irena Sendler (1910-2008)
En 1999, un grupo de estudiantes de Kansas que realizaban un estudio sobre el Holocausto judío se toparon por casualidad con el nombre de una mujer polaca y un dato junto al mismo: Irena Sendler, que así se llamaba, había salvado ni más ni menos que a 2500 niños del gueto de Varsovia durante la ocupación nazi. Salía a la luz, más de medio siglo después, la imagen de una ancianita a la que muchos de aquellos niños, ahora convertidos en adultos, reconocieron en los medios de comunicación. La historia de Irena Sendler fue la historia de una mujer valiente y con unos valores puros. Al margen de ideales políticos y religiosos, Irena se jugó de la vida para salvar a seres inocentes de una muerte segura. Fuente: http://www.mujeresenlahistoria.com/2014/09/el-angel-de-varsovia-irena-sendler-1910.html
(Zimbardo, 2007) "Irene actuó así sabiendo que si los nazis la descubrían su propia vida y la de sus familiares correría peligro. Al final fue detenida en 1943 y, a pesar de sufrir crueles torturas, se negó a revelar los nombres de los niños que había colocado en familias no judías. Hace poco, el Senado polaco le rindió homenaje por sus actos heroicos, pero Irene, de 97 años de edad, no pudo asistir a la ceremonia por su delicado estado de salud. Sin embargo, envió una carta a uno de los niños que había salvado: «Todos y cada uno de los niños salvados gracias a mi ayuda y a la de todos aquellos fantásticos mensajeros secretos, que hoy en día ya no están entre nosotros, son la justificación de mi existencia, no un motivo para el homenaje".
En las palabras de Phillip Zimbardo: "Los héroes son recompensados de varias maneras por sus actos heroicos, pero si esperan obtener algún beneficio secundario en el momento de actuar se les debe despojar de su condición. Sin embargo, si obtienen un beneficio después de haber actuado sin que lo hayan previsto de antemano, su acto se puede seguir considerando heroico. La cuestión es que el acto heroico sea sociocéntrico, no egocéntrico".
Es muy interesante al ver la película Los Hijos de Irena Sandler; uno puede comprender de mejor manera las conductas heróicas en el libro de Philip Zimbardo, El efecto lucifer - Una nueva clasificación de heroísmo: "Para que un acto se considere heroico debe cumplir cuatro criterios básicos: a) se debe hacer voluntariamente; b) debe suponer algún riesgo o sacrificio potencial, como amenaza de muerte, amenaza inmediata para la integridad física, amenaza a largo plazo para la salud, o degradación grave de la calidad de vida; c) se debe realizar al servicio de una o más personas o de la comunidad en general; y d) no se debe haber previsto de antemano ningún beneficio".
Irena Sandler (1910-2008)
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Carpe Diem - Walt Whitman
Vidita Negra
La tercera palabra - Pedro Infante y Marga López
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