El cierre de Guantánamo: una promesa incumplida / The Broken Promise of Closing Guantánamo

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Hace ocho años, los candidatos a la presidencia John McCain y Barack Obama tenían una sola postura en común: ambos creían que ya era hora de cerrar la prisión de Guantánamo en Cuba.
McCain fue prisionero de guerra. Cuando le preguntaron su opinión frente al tema, dijo que había confirmado todas sus opiniones después de conocer a un miembro de Al Qaeda capturado en Irak que le dijo que las prácticas de tortura de Estados Unidos habían provocado el levantamiento de la insurgencia.
“¿En dónde yace la superioridad moral de Estados Unidos si seguimos torturando prisioneros?”, dijo McCain poco antes de las elecciones. Obama juró cerrar la prisión durante su primer año de gobierno y dijo que el asunto era “una abominación legal y moral”. Pero cuanto más se acerca el fin de su administración, hay menos esperanzas de que el presidente logre cumplir su promesa.
La incapacidad para cerrar Guantánamo, que alberga a 80 detenidos hasta el día de hoy, es una mancha en la reputación del congreso, que ha hecho todo lo posible por retrasar la liberación de varios detenidos y le ha impedido al Pentágono trasladar a los hombres restantes a prisiones estadounidenses. El caso también ha generado dudas sobre el papel de Estados Unidos como defensor mundial de los derechos humanos, y supone un ejemplo deplorable para otros gobiernos con tendencia a violar las leyes internacionales al respecto. Sus famosos uniformes naranjas se han convertido incluso en propaganda de terroristas islámicos que los usan para vestir a sus rehenes en fotos y videos de ejecuciones.
Pero aún existe una acción modesta que Obama podría emprender si quiere mostrarle al mundo que está dispuesto a reconocer lo que ha sucedido en Guantánamo. El relator especial de las Naciones Unidas en materia de tortura, Juan Méndez, lleva años intentando obtener acceso a los prisioneros para documentar el trato que reciben, pero el gobierno ha negado sistemáticamente sus peticiones desde el 2004, sin razón aparente.
“Quiero creer que las prácticas estadounidenses de tortura son un capítulo oscuro que ya terminó”, dijo Méndez en una entrevista. “Pero no puedo asegurarlo hasta que veamos un cambio de política y podamos verificar que Estados Unidos cumple con todas sus obligaciones internacionales”.
Los abogados de Ammar al Baluchi, detenido en Guantánamo y acusado de conspiración en los ataques del 11 de septiembre de 2001, pidieron formalmente a la comisión militar un permiso para que el acusado pueda entrevistarse con Méndez. Thomas Pickering —diplomático veterano y embajador de Estados Unidos en Rusia, India y las Naciones Unidas durante presidencias demócratas y republicanas— presentó un memorando en apoyo a la moción. Pickering escribió sobre lo que sucede en Guantánamo, y explicó que “el acto de forzarle alimento en la garganta a un hombre de manera violenta e incluso brutal, la escasa o nula asistencia médica, las celdas de acero inhumanamente frías y el confinamiento en solitario por tiempo indefinido” pueden ser violaciones a la Convención de Ginebra y a la Convención contra la Tortura. Estados Unidos firmó ambas.
“Hoy en día, nuestros enemigos usan Guantánamo como símbolo de una ingobernabilidad que cuestiona nuestra seguridad nacional”, escribió Pickering. “Si de verdad son falsos los informes sobre las condiciones de abuso en el lugar, me parece que Estados Unidos solo puede ganar al permitirle acceso a Méndez”.
La promesa de Obama de cerrar la prisión no tuvo ninguna oportunidad en el congreso debido a la oposición republicana, pero no es demasiado tarde para que permita que los promotores independientes de los derechos humanos creen un historial más robusto sobre la conducta del gobierno estadounidense después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
English Version
Eight years ago, presidential candidates John McCain and Barack Obama agreed on one issue: It was time to shut down the prison at Guantánamo Bay, Cuba.
Asked about his position on Guantánamo, Mr. McCain, a former prisoner of war, said his view had been reinforced by meeting an operative of Al Qaeda held prisoner in Iraq, who told him the use of torture by American forces helped to fuel the insurgency.
“What is the moral superiority of the United States of America if we torture prisoners?” Mr. McCain said shortly before the election. Mr. Obama vowed to shut down the prison during his first year in office, calling it a legal and moral abomination.
As Mr. Obama’s administration draws to a close, there is less and less hope that the president will find a way to fulfill his promise.
The failure to close Guantánamo, where 80 detainees remain, is a shameful stain on Congress, which has hindered efforts to release prisoners and barred the Pentagon from moving those remaining to prisons in the United States. The prison has undermined America’s standing as a champion of human rights and set a deplorable example for other governments inclined to violate international human rights law. Its familiar orange jumpsuits have been made part of the terrorists’ propaganda, most recently by Islamic State fighters in photos and videos that show the execution of hostages.
There is a modest step still available to Mr. Obama to demonstrate to the world that he is willing to acknowledge what has taken place at Guantánamo. The United Nations special rapporteur who examines issues of torture has sought access to the detainees for years, seeking to document their treatment while in custody. The government has refused repeated requests since 2004, with no good reason.
“I want to believe that the use of torture by the United States is a dark chapter that has ended,” Juan Méndez, the special rapporteur, said in an interview. “But I can’t be certain of that until we see a change in policy and verify that the United States is meeting all its international obligations.”
The defense team of Ammar al-Baluchi, one of the detainees at Guantánamo who is being tried in connection with the 9/11 attacks,filed a motion in May asking the military commission to allow him to meet with Mr. Méndez. Thomas Pickering, a veteran diplomat who has served as ambassador to Russia, India and the United Nations in Republican and Democratic administrations, has filed a memorandum supporting this request. Mr. Pickering wrote that recent reports of “heavy-handed and even brutal force-feedings, indifferent medical care, unacceptably cold stainless steel cells, indefinite solitary confinement” at Guantánamo may constitute violations of the Geneva Conventions and the Convention Against Torture. The United States is a signatory of both.
“Guantánamo is currently used by our enemies as a symbol of lawlessness that grossly undermines U.S. national security,” Mr. Pickering wrote. “If the public reports about current abusive conditions are false, then I believe that the United States has much to gain by allowing” Mr. Méndez access.
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Programa de diez pasos para resistir influencias no deseadas...Phillip Zimbardo.
EL programa de diez pasos para resistir el impacto de las influencias sociales no deseadas y, al mismo tiempo, mejorar la capacidad personal de resistencia y las virtudes cívicas. Se basa en ideas que abarcan diversas estrategias de influencia y ofrece unos métodos simples y efectivos para hacerles frente. La clave de la resistencia reside en ser consciente de uno mismo, ...desarrollar sensibilidad situacional y «saber espabilarse». Veremos que se trata de tres aspectos esenciales de muchas de estas estrategias.

1) «Afirmaré mi identidad personal».
No permitamos que nadie nos desindividúe, nos coloque en una categoría ni nos encasille convirtiéndonos en un objeto. Reafirmemos nuestra individualidad; expongamos con educación y con toda claridad nuestro nombre y nuestras credenciales. Insistamos en que los demás actúen igual. Miremos directamente a la cara (quitémonos las gafas que nos oculten los ojos) y demos información sobre nosotros que refuerce nuestra identidad personal. Hallemos puntos de coincidencia con las personas que dominen en situaciones de influencia y usémoslos para destacar similitudes. El anonimato y el secretismo encubren la maldad y debilitan los lazos humanos. Pueden convertirse en el campo de cultivo de la deshumanización y, como sabemos ahora, la deshumanización prepara el terreno a matones, violadores, torturadores, terroristas y tiranos. Vayamos un paso más allá de la propia individuación. Actuemos para cambiar toda condición social que fomente el anonimato. Impulsemos prácticas que hagan que los demás se sientan especiales para que también adquieran un sentido de valor personal y de amor propio. No permitamos ni practiquemos nunca estereotipos negativos; las palabras, las etiquetas y las bromas pueden ser destructivas si rebajan a los demás.


2) «¡Me he equivocado!». Empecemos sabiendo reconocer nuestros errores, primero de cara a nosotros mismos y luego de cara a los demás. Aceptemos el dicho de que errar es humano. Hemos cometido un error de juicio; nuestra decisión ha sido errónea. Cuando la hemos tomado teníamos todos los motivos para pensar que era la correcta, pero ahora vemos que nos hemos equivocado. Digamos esas frases mágicas:
«Lo siento», «Perdón». Digámonos que aprenderemos de nuestros errores, que nos ayudarán a mejorar. No sigamos dedicando dinero, tiempo y recursos a lo que no vale la pena. Sigamos adelante. Hacerlo con franqueza reduce la necesidad de justificar o racionalizar nuestros errores y de seguir dando apoyo a algo malo o inmoral.
Confesar nuestros errores reduce la motivación de superar las disonancias cognitivas; estas disonancias se evaporan cuando afrontamos la realidad. Puede que «cortar por lo sano» en lugar de «seguir hasta el final» tenga un coste inmediato, pero dará beneficios a largo plazo.

3) «Estoy atento». En muchas situaciones vemos a personas inteligentes que actúan tontamente porque no prestan atención a los detalles básicos de las palabras o los actos de algún agente de influencia o porque pasan por alto algunas señales situacionales evidentes. Con demasiada frecuencia actuamos con el «piloto automático» puesto, siguiendo unos guiones ya muy trillados porque nos han ido bien
otras veces, sin detenernos a considerar si son adecuados para el aquí y ahora. Siguiendo el consejo de la investigadora de Harvard Ellen Langer, deberemos abandonar nuestro estado habitual de falta de atención o de despreocupación irreflexiva y estar bien «atentos», sobre todo ante una situación nueva. No dudemos en darle un toque de atención a nuestra corteza cerebral; cuando nos hallamos en una situación familiar o conocida, los viejos hábitos nos siguen dominando aunque se hayan vuelto obsoletos o inadecuados. Recordémonos constantemente que no debemos vivir con el piloto automático puesto, que siempre deberemos hallar un «momento zen» para pensar antes de actuar, para reflexionar sobre el significado de la situación en la que nos hallamos. No nos metamos nunca sin pensar en situaciones
que cualquier persona sensata procuraría evitar. Para garantizar la mejor resistencia, añadamos el «pensamiento crítico» a la necesidad de estar atentos. Pidamos que las afirmaciones se justifiquen con pruebas; exijamos que las ideologías estén lo bastante elaboradas para separar retórica de sustancia. Intentemos determinar si los medios
recomendados justifican algún fin potencialmente dañino. Imaginemos las consecuencias futuras de cualquier práctica actual. Rechacemos cualquier componenda o solución simple a problemas personales o sociales complejos.
Fomentemos el pensamiento crítico en los niños desde la más tierna infancia, alertándoles de los engaños de los anuncios televisivos, de las afirmaciones tendenciosas y de las perspectivas distorsionadas que se les ofrece. Ayudémosles a consumir el conocimiento de una manera más sabia y más prudente.



4) «Soy responsable». Asumir la responsabilidad de las propias decisiones y los propios actos coloca a la persona en el asiento del conductor, para bien o para mal. Dejar que otros reduzcan la propia responsabilidad, que la diluyan, hace que el conductor se guíe por sus indicaciones y que no sepa muy bien adónde y por dónde va. Seremos más resistentes a las influencias sociales no deseadas si siempre mantenemos un sentido de la responsabilidad personal y estamos dispuestos a hacernos responsables de nuestros actos. La obediencia a la autoridad será menos ciega en la medida en que seamos conscientes de que la dilución de la
responsabilidad no hace más que disfrazar nuestra complicidad personal en la realización de actos dudosos. Nuestra conformidad con normas de grupo antisociales se reducirá en la medida en que no permitamos la dilución de la responsabilidad, cuando nos neguemos a distribuir la responsabilidad entre la pandilla, la fraternidad, el establecimiento, el batallón o la empresa. Imaginemos siempre un futuro en el que nuestros actos de hoy se sometan a juicio y nadie acepte el pretexto de que «nos limitábamos a seguir órdenes» o de que «todo el mundo lo hacía».

5) «Respeto la autoridad justa pero me rebelo contra la injusta». 
En toda situación donde haya personas con autoridad, intentemos distinguir a quienes por su sabiduría, experiencia, antigüedad o estatus especial son merecedores de respeto, y a quienes ejercen una autoridad injusta reclamando nuestra obediencia sin ningún fundamento.
Muchos de los que se arrogan autoridad son seudolíderes, falsos profetas, estafadores que sirven a sus propios intereses a los que, en lugar de respetar, habría que desobedecer y desenmascarar. Los padres, los enseñantes y las autoridades religiosas deberían desempeñar un papel más activo para enseñar a los niños esta diferencia fundamental, para que sean educados y corteses si la autoridad está justificada, y para que sepan resistirse a la autoridad que no merezca su respeto. Así se reducirá la obediencia ciega a autoridades autoproclamadas, entre cuyas prioridades no están nuestros mejores intereses.

6) «Deseo ser aceptado, pero valoro mi independencia». 
El atractivo de ser aceptado en un grupo social al que se desea pertenecer es más poderoso que el mítico anillo de oro de El señor de los anillos. El poder de este deseo hace que algunas personas sean capaces de prácticamente cualquier cosa para ser aceptadas y que aún lleguen más lejos para evitar que el grupo las rechace. Está claro que somos animales sociales y que, normalmente, nuestras relaciones sociales nos benefician y nos ayudan a lograr metas importantes que no podríamos alcanzar solos. Pero, en ocasiones, la conformidad a las normas del grupo va en contra del bien social. Es imprescindible determinar cuándo hay que seguir estas normas y cuándo hay que rechazarlas. Al fin y al cabo, vivimos en el esplendor aislado de nuestra propia mente y debemos estar dispuestos a proclamar nuestra independencia a pesar del rechazo social que ello pueda suponer. No es fácil, sobre todo para los jóvenes que tienen una imagen poco sólida de sí mismos o para los adultos que se identifican en exceso con su trabajo. Las presiones para que «actúen en equipo», para que sacrifiquen su moralidad personal por el bien del equipo, son prácticamente irresistibles. Hace falta distanciarse un poco, buscar la opinión de otras personas y encontrar otros grupos que apoyen nuestra independencia y fomenten nuestros valores. Siempre habrá otro grupo diferente y mejor.


7) «Estaré más atento a las formulaciones». La forma de enmarcar o formular una cuestión suele tener más influencia que cualquier argumentación persuasiva que se pueda dar en torno a ella. Además, muchas formulaciones son efectivas precisamente porque no parecen formulaciones y adoptan la forma de titulares, imágenes, eslóganes o logotipos. Ejercen su influencia sin que seamos conscientes de ello y nos orientan hacia unas ideas o unos temas concretos. Deseamos aquello que se formula como «escaso» aunque exista en abundancia. Nos disgusta lo que se formula como una posible pérdida y preferimos lo que se nos presenta como una ganancia aunque el resultado neto sea el mismo. No nos gusta una probabilidad del 40 % de perder X en relación con Y, pero sí que nos gusta una probabilidad del 60 % de ganar Y en relación con X. El lingüista George Lakoff demuestra claramente en sus escritos lo importante que es tomar conciencia del poder de la formulación y estar alerta para contrarrestar su insidiosa influencia en nuestras emociones, en nuestro pensamiento y en nuestros votos.

8) «Equilibraré mi perspectiva del tiempo». 
Podemos vernos inducidos a hacer cosas en las que no creemos si nos dejamos atrapar en un presente continuo. Cuando dejamos de pensar en nuestros compromisos pasados y nuestras responsabilidades futuras nos abrimos a las tentaciones situacionales para entregarnos a excesos propios de El señor de las moscas. Si no nos dejamos «llevar por la corriente» cuando quienes se hallan a nuestro alrededor están fuera de control, nos basamos en una perspectiva temporal que se extiende más allá del hedonismo o el fatalismo centrados en el presente. Tenderemos a realizar un análisis de los costes y beneficios de nuestros actos en función de sus consecuencias. O podemos resistir siendo conscientes de un marco temporal pasado que contenga nuestros valores personales. Si desarrollamos una perspectiva del tiempo equilibrada con la que podamos hacer entrar en juego el pasado, el presente y el futuro en función de la situación y la tarea que nos ocupe, estaremos en una posición mejor para actuar de una manera responsable y prudente que si nuestra perspectiva del tiempo sólo se basa en uno o dos marcos temporales. El poder situacional se debilita cuando el pasado y el futuro se combinan para contener los excesos del presente. Por ejemplo, la investigación indica que quienes ayudaron a los judíos holandeses a esconderse de los nazis, no llevaron a cabo la clase de racionalización con la que sus vecinos justificaron el hecho de no ayudarles. Aquellos héroes se basaban en unas estructuras morales derivadas de su pasado y no perdieron de vista el futuro, en el que recordarían aquella situación terrible y se verían obligados a preguntarse si habían hecho lo correcto cuando eligieron no sucumbir al miedo y a la presión social.

9) «No sacrificaré libertades personales o civiles por la ilusión de seguridad». 
La necesidad de seguridad es un poderoso determinante de la conducta humana. Ante una supuesta amenaza a nuestra seguridad o ante la promesa de guardarnos del peligro podemos ser manipulados hasta el punto de acabar actuando de una manera totalmente ajena a nosotros. La mayoría de las veces, los traficantes de influencia obtienen poder sobre nosotros ofreciéndonos un pacto faustiano: estaremos a salvo de cualquier daño si cedemos una parte de nuestra libertad, ya sea personal o civil, a la autoridad. El tentador mefistofélico argumentará que su poder para salvarnos depende de que todos sacrifiquemos aquel pequeño derecho o esa pequeña libertad.
Rechacemos ese pacto. No sacrifiquemos nunca nuestras libertades personales básicas por la promesa de seguridad porque esos sacrificios son reales e inmediatos y la seguridad sólo es una ilusión. Esto se aplica tanto a los contratos matrimoniales tradicionales como al compromiso de los buenos ciudadanos con los intereses de su país cuando su máximo dirigente les promete la seguridad personal y nacional al precio de un sacrificio colectivo de las leyes, la intimidad y las libertades. En su clásica obra El miedo a la libertad, Erich Fromm nos recuerda que éste es el primer paso que dan los caudillos fascistas incluso en sociedades en principio democráticas.

10) «Puedo oponerme a sistemas injustos». 
Las personas titubean ante la fuerza de los sistemas...los regímenes militares y penitenciarios, y también los de las pandillas, las sectas, las fraternidades, las grandes corporaciones e incluso las familias disfuncionales. Pero la resistencia individual, unida a la de otras personas con la misma mentalidad y determinación, puede cambiar las cosas... La resistencia puede consistir en retirarse físicamente de una situación que controle por completo la información, las recompensas y los castigos. En cuestionar la mentalidad de groupthink y documentar todas las acusaciones de maldad. O puede consistir en buscar la ayuda de otras autoridades, de asesores, de periodistas de investigación, de compatriotas revolucionarios. Los sistemas tienen una enorme capacidad para resistirse al cambio y son capaces de hacer frente incluso al asalto más justificado. Es en estos casos donde los actos individuales de heroísmo para oponerse a sistemas injustos y a sus fabricantes de cestos podridos es mejor realizarlos pidiendo a otros que se unan a la causa. El sistema puede redefinir la oposición de una persona calificándola de delirio, la de dos personas calificándola de folie à deux o psicosis compartida, pero cuando ya contamos con tres personas o más nos convertimos en una fuerza a la que hay que tener en cuenta.
Este programa de diez pasos no es más que un punto de partida para desarrollar la resistencia individual y colectiva contra las influencias no deseadas y los intentos ilegítimos de persuasión. Como decía antes, se puede consultar una serie más completa de recomendaciones y referencias basadas en investigaciones en el sitio web de El efecto Lucifer, en el enlace «Resisting Influence».


Comentarios

  1. Hay tanta razón en sus palabras, en especial cuando habla de deshumanización. Una publicación digna de compartir licenciado, felicidades.

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    1. Gracias Ingeniera, cada día iré incorporando un paso de los 9 pendientes. Saludos y gracias por compartir :)

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