El arte de escribir mal
Prometer es un mal apocalíptico. Hay
quienes dicen que prometer no empobrece, pero lo cierto es que hacerlo no solo
empobrece, enferma el espíritu o alimenta el ego con chatarra. Tal es el caso
de aquellos infortunados que nunca padecieron la necesidad de redactar un
escrito extenso, sino hasta que entraron en el tétrico salón de los espejos,
mejor conocido en los barrios bajos de la academia como la escritura del
trabajo de tesis.
Títulos como Redacción para principiantes, Los
5 pasos para redactar la tesis, Aprenda
ortografía con PNL u otros disparates que engordan los catálogos virtuales
de las librerías, prometen a los incautos eliminar de golpe los atascos de
aprendizaje en lectoescritura que les impiden escribir una tesis magistral.
Aunque no dudo de las amplias destrezas de los autores ni de los propósitos
incuestionables de las editoriales por sumar una entrega que continúe «dando
esplendor», mienten al prometer flores donde, si no hay hábito de lectura e
investigación, solo hay fango para que el autor se atasque con frecuencia,
perfeccionando el arte de escribir mal.
Claro, tampoco es justo ver el asunto
desde arriba. El sistema educativo tiene todo que ver con tanta deficiencia. Lo
que aprendimos llenando cuadernos con lecciones repetitivas se olvidó. Quizá
tuvimos docentes sin vocación que nos alejaron de toda posibilidad de
fascinación por el idioma español, las matemáticas o la lectura de la música. A
lo mejor nuestro entorno hambriento de cientificismo nos motivó a ver algunas
asignaturas como males necesarios (en el caso del idioma español y la música) o
como saberes inútiles poco lucrativos, y llegamos así a la universidad. La
consecuencia está en la necesidad y en las promesas costosas. Pero cuando la
promesa no se cumple y la necesidad apremia ¿qué sigue? ¡Encontrar un editor!
Si no es vía internet, lo más sencillo es
caminar por los pasillos de algunas universidades de la Ciudad Capital, para
encontrar publicidad donde correctores anónimos prometen (ahí vamos de nuevo)
ayuda con el trabajo de tesis, el sistema de citado o cualquier otra dificultad
escondida en la misión del profesional sin título. En algunos casos, la «ayuda» no implica guiar al
estudiante sino proponer el tema y elaborar el texto en su lugar, a manera de
cobrar una cantidad mayor –y la ética bien gracias. La cadena del fracaso sigue
así, ahora desplazada a quien se presta al engaño, seguramente por escasez de ingresos
u otro aprieto. El final no es tan malo: el editor (autor a veces) recibe la
paga, el estudiante presenta su trabajo, con suerte se gradúa y todos felices. Y
¿los prometedores textos que deslumbran a los entusiastas? Lucen sus mejores
galas de polvo y humedad en el cuarto de los cachivaches.
Hay demasiados libros, blogs y tutoriales
que nos dicen cómo escribir bien. Gracias a la genialidad de Paul Merril
sabemos, también, cómo escribir mal:
- a) Olvide al lector: usted –dice Merrill– el tema y el lector forman un mal triángulo que debe evitar. Escriba solo para usted.
- b) Sea prolijo, vago y pomposo: una nube de palabras sirve para ocultar los defectos de la observación o el análisis bien por la oscuridad que provoca o porque distrae la atención del lector.
- c) No revise: escriba con prisa, de preferencia cuando esté cansado. Hágalo sin plan, así el artículo será espontáneo y pobre.
- d) No lea: entregue su manuscrito al terminarlo. Releerlo pocos días después podría llevarlo a correcciones innecesarias.
Ahora bien, si después de todo lo anterior
el texto no esquiva a la terna revisora, recomiendo localizar a un editor, de
preferencia desempleado y desesperado. No atienda sus concejos y desconfíe de
su criterio, probablemente es envidioso. Quéjese del precio; esta persona solo
dedicó más tiempo que usted a especializarse en el lenguaje, la redacción y el
estilo; usted no está pagando conocimiento, solo maquillaje de la escritura. No
es un sello editorial, no hay razón para no pedir una rebajita. Ignore sus
correos maratónicos repletos de consejos de escritura. Apéguese al libreto y a
su papel: siga escribiendo mal. Recuerde que el ámbito académico no pierde en
usted a un profesional que no sabe redactar con asertividad, más bien gana a un
iconoclasta, un artista del mal escribir.
Comentarios
Publicar un comentario